El espectàculo de la imagen, difundido inicialmente a travès de linternistas ambulantes con proyecciones estàticas, después con las “fotografìas animadas” de los cinematógrafos, y hoy por los cada vez mas numerosos y distintos medios audiovisuales, no solamente nos muestra, a travès de su expresión cultural, un arte llamado “Sèptimo”, sino que da origen a un tejido industrial sin precedentes, convirtièndose tambièn en un codiciado e influyente medio publicitario y propagandìstico.
Sin embargo su evolución ha sido, y continùa siendo, tan constante y actual , que aquellas èpocas pasadas parecen demasiado lejanas y distintas y que, salvo para los eruditos de la materia, en gran medida son desconocidas o ignoradas a pesar de ser los cimientos de las artes visuales de hoy.
Junto al agnosticismo de los Hermanos Lumiere aparecieron otros inventores con mayor visiòn comercial que convirtieron el arte en industria, y propagaron las diferentes facetas del cine sobre unos sòlidos cimientos, basados sobre todo en los experimentos y adelantos de la llamada “fìsica recreativa” que alcanzò su punto àlgido a finales del siglo XIX.
Los espectáculos de sombras javanesas, las esferas perforadas chinas o los espejos màgicos japoneses, realmente no suponen formas predecesoras del cine, pero sì muestran la inquietud del hombre por la representación o proyecciòn de imàgenes, con movimiento o sin èl. La etapa precinematogràfica, o prehistoria del cine, comienza en 1.640 con la publicación de la obra del jesuita Alemàn Athanasius Kircher, en la que por primera vez se especifica el funcionamiento de una linterna màgica.
El èxito de aquel invento fue tan colosal como duradero en el tiempo. Aquellas proyecciones pùblicas causaban estragos en las gentes, naciò el oficio de “linternista”, naciò, aunque sin movimiento, el espectáculo de la proyecciòn, naciò su narrativa, e incluso, naciò la censura a travès de reyes y polìticos que veìan en las sesiones màgicas un elemento desfavorable.
El camino hacia el cine habìa comenzado, ahora habrìa que dotar de movimiento a esas imàgenes, y no debiò de ser tan fácil cuando, tras numerosos inventos que aportaban nuevos progresos, aùn se tardarìa dos siglos y medio en conseguir la ilusiòn òptica del movimiento.
La demostración cientìfica de la persistencia retiniana y la inclusión de la cruz de malta al movimiento mecànico, se convirtieron en los nuevos pilares. Prestigiosos fìsicos como Isaac Newton, Michael Faraday o Joseph Plateau, publicaron sus descubrimientos y aparecieron una serie de juguetes òpticos, todos ellos basados en la persistencia de la visiòn, que comenzaban a mostrar incipientes imàgenes animadas.
Praxinoscopios, zootropos, caleidoscopios, fenaquistiscopios, y toda una serie de artilugios relacionados con la òptica, irrumpieron en la vida cotidiana y formaron una nueva base para los siguientes perfeccionamientos y adelantos tècnicos.
Por fin Edison, hombre con gran vocaciòn comercial que se mantenìa al corriente de los progresos de sus colegas europeos, comercializa en 1.894 un rudimentario aparato dotado de una película sin fin, pero lejos de intentar las proyecciones pùblicas, prefiere que cada espectador compre su aparato. Max Skladanowsky en Berlìn y Louis Lumiere en Parìs, lo haràn por èl, pero ellos no son comerciantes ni cineastas sino simplemente inventores. El tambièn francès, Charles pathè tomó el nuevo relevo y conseguirà que su simbòlico gallo cante en el mundo entero.
LA COLECCIÓN CARLOS JIMENEZ
Con cuarenta años de experiencia en el sector de la exhibición, y otros tantos como coleccionista, bien podrìamos afirmar que Carlos Jiménez es un viejo amante del cine.
Antes que como profesiòn, le utilizò como distracción. En 1.965, a sus nueve años, y debido a su inagotable tenacidad e insistencia, logrò que su padre le consintiera ejercer de proyeccionista en las cabinas de los cines que aquel alquilaba. Era la gran ilusiòn del domingo y sus tambièn pequeños compañeros de colegio le veìan como un ser privilegiado.
El peculiar olor de los carbones o del acetato, los interminables cortes de las muy deterioradas películas que se aprovechaban hasta la saciedad, los destellos de las làmparas transformadoras y del Arco Voltaico, y tambièn el alboroto del pùblico en cada percance, no eran suficientes para interrumpir la busqueda de viejos objetos en los cuartos trasteros de aquellas antiguas cabinas. Era un juego. Durante la semana, después de hacer sus deberes escolares, jugaba con ellos, los limpiaba, los observaba, los estudiaba y, delicadamente, los guardaba. No sabìa que estaba comenzando a reunir la mayor colección de aparatos cinematogràficos que se conoce en España y quizà una de las mas voluminosas de Europa.
De aquella època datan algunos pequeños y curiosos aparatos complementarios que ayudaban al funcionamiento del proyector de cine pero, a lo largo de su trayectoria, su continua adquisición de nuevas piezas nunca dejò de evolucionar en consecuencia con su edad y sus posibilidades en cada etapa.
Dedicado de lleno a la explotaciòn de salas de cine en zonas rurales, es en este medio donde encuentra el entonces inagotable filòn de cines que sucumbìan en los periodos decadentes de los setenta y ochenta, adquiriendo de ellos, no solamente los proyectores, sino todos los artilugios que formaban parte del ritual de la proyecciòn.
Asì nos encontramos mas de 500 cinematògrafos que, seleccionados cronológicamente, muestran la historia del cine a travès de sus màquinas. Desde el inicio hasta nuestros dìas. Desde los puestos de proyecciòn de los Hermanos Lumiere hasta las modernas cabinas italianas de Cinemeccanica Milano. Desde el primer sistema sonoro gramofònico de la casa francesa Gaumont, hasta el famoso sistema estereofònico de los setenta conocido como TODD-AO e incorporado a los enormes proyectores PHILLIPS de 70 milìmetros y 1.350 kilos de peso cada uno. Desde los primeros proyectores Pathè o Gaumont, hasta los ùltimos Ossa o Ernemann.
Otras piezas como giradiscos, parafinadoras, rebobinadoras, làmparas, mobiliario, e incluso los majestuosos trajes de acomodadores de antaño, complementan al proyector cinematogràfico en esta enorme colección madrileña en la que se puede ver una nutrida representación de los fabricantes y cines de la capital de España, desde la casa Marino hasta la casa Wassmann, desde el Lepanto al Fantasio, desde el Palacio del pardo hasta el Palas.
Sin embargo faltaba un eslabón de tan larga cadena, y la historia del cine desde el punto de vista del empresario-exhibidor, Carlos Jiménez no tardò en complementarla con la precinematografìa del coleccionista-historiador.
Es asì còmo en esta colección se han recuperado cientos de piezas, provenientes en su mayorìa de Europa y Estados Unidos, de la època predecesora del cine, tratando de mostrar asì una centenaria evolución que tuvo su punto de encuentro.
De esta forma los aparatos se complementan y la historia se completa. Desde los grandes teatros de sombras o marionetas de la Isla de Java, que simbolizan los primeros espectáculos del movimiento, hasta el praxinoscopio de Emile Reynaud con sus dibujos animados. Desde los espejos màgicos japoneses hasta las majestuosas linternas màgicas inglesas.
Treinta de los primeros proyectores de cine de la historia, se encuentran en esta voluminosa colección. Veintidosmil afiches los acompañan, y piezas de nueva adquisición en las mas importantes subastas internacionales engrosan una colección madrileña que aspira a mostrarse en su totalidad. |