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Eduardo García Maroto, todo un señor en la historia del cine español
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Eduardo García Maroto, todo un señor en la historia del cine español
Director de éxito, guionista, actor, técnico y productor, Eduardo García Maroto protagonizó el tránsito del cine mudo al sonoro en España —en 1929 sonorizó el documental Estampas españolas: Salamanca—, y deslumbró con su trilogía de cortometrajes, parodias sobre los géneros del cine americano. En 1935 dirigió su primer largometraje, La hija del penal, y en 1939, entre otras, Los cuatro Robinsones, adaptación de una comedia de Pedro Muñoz Seca. Entre 1955 y 1970 fue el director de producción de grandes filmes norteamericanos como Salomón y la reina de Saba, de King Vidor; Espartaco, de Stanley Kubrick, o Patton, de Franklin J. Schaffner. Con su profesionalidad consiguió que los americanos fueran confiando cada vez más en los españoles y esa determinación permitió que en 1970 dos españoles, Gil Parrondo y Antonio Mateos, consiguieran por primera vez un Oscar por la dirección artística de Patton. Trabajó con Buñuel y con Mihura, con el que formó un equipo estrechamente unido. Fue, como él mismo se definía, “todo un peliculero” (su autobiografía se publicó en 1988: Aventuras y desventuras del cine español).
MUCES no quería olvidar a esta figura imprescindible de la historia del cine español, y celebraba en la mañana del sábado una mesa redonda en torno a la figura del cineasta. Con la ausencia a última hora de Gil Parrondo y Ricardo Navarrete debido a problemas de salud, la Muestra reunía al crítico y escritor Miguel Olid, quien además ha realizado en la Universidad de Sevilla una tesis doctoral en torno a García Maroto; al codirector, junto a luis Mamerto López-Tapia, del documental Memorias de un peliculero, Javier Caballero; al director de producción de series como “Réquiem por Granada”, “Fortunata y Jacinta” y ayudante de dirección de películas como 55 días en Pekín, La caída del Imperio romano, Por un puñado de dólares, Rey de Reyes, Espartaco o Los cuatro jinetes de la Apocalipsis, Julio Sempere, y a uno de sus hijos, el catedrático de Comunicación y decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación del Campus de Segovia de la Uva, Agustín García Matilla.
Julio Sempere recordaba cuando conoció a García Maroto en Aranjuez en el año 1940 y después cuando trabajó con él en Salomón y la reina de Saba, ensalzado la capacidad del cineasta nacido en Jaén para convertirse en el puente entre los equipos de rodaje americanos y los españoles que trabajaban en las grandes producciones, de manera que los españoles no se quedaran relegados a puestos de poco nivel, sino que fueran ascendiendo hasta ocupar grandes responsabilidades. “Formaba parte de su forma de ser, y al final las películas americanas las hacíamos los españoles”, afirmaba Sempere durante la mesa redonda, afirmando que, además, García Maroto era todo un señor tanto a nivel profesional como humano en el mundo del cine.
Admirado por Berlanga
Admirado por Berlanga, quien siempre ha admitido que gracias a García Maroto se ha dedicado a la realización cinematográfica y ha contribuido a creer en la fascinación que debe acompañar a todo director de cine, durante la mesa redonda, Agustín García Matilla recordaba a su padre como un profesional que trabajaba 24h sobre 25, un “ingeniero de las ideas, siempre imaginativo, cuya responsabilidad era ejemplar, pues el dinero que manejaba en la producción de un película lo amortizaba con la misma ética como si se tratase de su propio dinero”, explicaba su hijo, haciendo alusión a los políticos que nos gobiernan. “La herencia que nos ha dejado nuestro padre ha sido su propia forma de ser, su responsabilidad, su capacidad en el mundo de la comunicación, su duro trabajo, esos pequeños gestos cotidianos que siguen la línea de una ética”, afirmaba Garcia Matilla, pues “esos pequeños detalles y las concesiones que hacemos son las que establecen los pilares de la sociedad”, añadía. García Matilla, además, habló de los esfuerzos de su padre, de cómo se concentraba en cada trabajo para ser lo mejor posible en ese campo, de todo el esfuerzo de preproducción de proyectos que nunca llegaban a salir, de cómo el cineasta se lanzaba a la carretera para buscar localizaciones, fotografiar escenarios naturales y lo que significaba para una familia que dependía de él. Y lanzó un dardo a Wert afirmando que si había llegado a ser catedrático de Comunicación había sido gracias a que había tenido una herencia intelectual, a una familia que le había inculcado y facilitado, con todo el esfuerzo, una educación.
Javier Caballero, cuyos documentales, además de Memorias de un peliculero, se han podido ver en MUCES en estos años (en esta edición estrenaba “La Gestapo Española”) y que recordaba cómo decidió hacer su documental sobre su tío abuelo García Maroto en colaboración con Mamerto, destacaba además la capacidad del cineasta para reinventarse a los 50 años como director de producción y sobrevivir. “Su estilo en los cortometrajes que hacía son verdaderos hallazgos de humor y Tres eran tres es un intento de volver precisamente a eso”, afirmó cuando Miguel Olid le preguntó sobre su película preferida de García Maroto.
A las personas que crean contracorriente
Sin embargo, su gran éxito a nivel comercial fue un largometraje que para él era un tormento permanente: Canelita en rama. Además, la actriz era perseguida por su padre y hasta el rodaje era complicado, recordaban durante la mesa redonda, relatando diversidad de anécdotas llenas de humor y recuerdos.
Pero con lo que todos los participantes de la mesa quisieron cerrar su reunión fue con el homenaje al cine que hay en la propia figura de García Maroto: “A esas personas que han creado contracorriente, a un cine que hoy ni siquiera dispone de subvenciones y cargado con un 21 por ciento de IVA, a una industria del verdadero arte hundida por la política de actual”. “Mi padre nos enseñó que se debía ir a la Filmoteca a ver un fellini en mitad de la censura para saber que el cine nos ayuda a respirar, a constituirnos como personas”, admitía García Matilla, señalando, asimismo, la escasa valoración profesional y la falta de riesgo en apostar por películas que se sabe que van a conseguir taquilla y no potenciar con subvenciones la creación. Porque “el cine es la vida y la vida es el cine”, apostillaba, asintiendo que es en la comunicación donde se debe realizar una revolución pacífica, que “debemos profundizar en lo que tienen en común los pueblos para transformar el mundo”, y que “ningún ser humano es imprescindible para ello”. “Esa es también la herencia que nos dejó mi padre”.
Mañana domingo a las 18h. se podrá ver aún en el Museo Esteban Vicente la selección de cortos de García Maroto Una de fieras, Una de miedo, Una de indios, Una de pandereta (1933, 1934 y 1953); el lunes a las 18h. Los cuatro robinsones y el martes a la misma hora Patton, de Franklin Shaffner, de quien fue su director de producción.
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